jueves, 27 de septiembre de 2018

La verdad de tu abrazo - Argos

Esperanzado mi corazón llora.
Mi vida, mi amada, no te alejes de mi soledad.
Encarcelado al tiempo mi llanto.
Mi vida, mi amada, llévame, pues tuyo soy.

En el silencio que separa y en las palabras que  nos unen,
mi beso, mi sangre, mi humanidad te doy.

¡Ay de mí! ¡Atesorado azar!

En la tormenta, derramo lágrimas sobre tu espalda y veo amainar el viento que descansa en tus mejillas.
En las aguas que golpean o en las aguas que bailan tal vez mi canto muera joven.
Aunque la muerte queme mis pensamientos,
no hay fuego alquimista que transforme en cenizas mi amor.

¡Pues en palabras me entrego, tuyo ya soy!


martes, 25 de septiembre de 2018

El acuerdo - Argos



-Active a SK-37 cabo Robinsson, tenemos un código rojo en la zona sur-. Esas fueron las palabras del comandante de ingeniería e inteligencia artificial militar.
-¡Si señor!-.
-Hola cabo... Robinsson 287, comuníqueme la situación- Fue lo primero que dijo la maquina al abrir sus ojos. El cabo Robinsson miró al robot con extrañeza, se preguntó el porque del numero "287", fue tal su extrañeza que se lo preguntó al dispositivo SK-37. -¿Por qué me llamas así SK-37, por ese número?-. El robot, que estaba con la mirada perdida a unos 20 metros mas allá del cabo Robinsson, dirigió su mirada fría y vacía hacia sus ojos y le respondió.
-Disculpe cabo... Robinsson 287, pero no estoy habilitado para informar a nadie de su rango sobre archivos clasificados, ahora por favor, no trate de demorar mas el asunto y comuníqueme sobre la situación-. -Emn... si, si, a la orden SK-37, tenemos un código rojo en la zona sur, el comandante Watson quiere que vayas a resolver el asunto-. El robot volvió a mirar unos 20 metros más allá del cabo Robinsson y al paso de unos segundos, volvió su mirada hacia el cabo y le respondió con un movimiento de cabeza afirmativo y se dirigió a la zona sur de la planta a toda velocidad, parecía correr como un animal salvaje aunque sólo portaba dos piernas humanas.
   Cuando SK-37 llegó a la zona sur de la planta vio un cabo totalmente loco, atrincherado en un rincón de la fabrica de armas y municiones, disparando a discreción un fusil de asalto. Varios guardias intentaban detenerlo con armas eléctricas pero murieron en el intento. El SK-37 logró atravesar el campo de batalla sin ninguna dificultad, saltando mesas, cintas transportadoras, hasta esquivando cadáveres y balas. En cuestión de un minuto llegó hasta el cabo no identificado.
 -Hey pedazo de chatarra, más te vale que te alejes de mi y no intentes nada raro porque te vuelo la cabeza...-
El SK_37 respondió serenamente -Por favor suelte el arma, no te haremos daño, sólo arreglaremos la situación-
-Ni hablar, no te creo... sólo quiero irme de este lugar espantoso-
-¿Qué es lo que ocurrió cabo... Smith 164?
-¿Co... cómo es que sabes mi nombre pedazo de chatarra?
-Soy un robot diseñado para saber todo lo que quieren mis creadores que yo tenga que saber, Cabo... Smith 164.-
-Si sabes tanto. ¿Cómo salgo de aquí? ¿y que es esa mierda de 164, a caso es mi número de registro?
-Disculpe cabo...Smith 164, pero no estoy habilitado para informar a nadie de su rango sobre archivos clasificados, ahora por favor, no trate de demorar más el asunto y entréguese.
-Me lo imaginaba. Te ofrezco un trato pedazo de chatarra. Tu sabes como salir y yo sé algo que tu quieres saber y que no sabes, porque tus creadores no quieren que sepas...
-¿De qué se trata Cabo... Smith  164?
-Tú antes de ser el pedazo de chatarra con carne que eres ahora, fuiste en algún momento un hombre, de carne y hueso nada más, como yo y como todos estos cadáveres que están rodeándonos y como todos los guardias que están esperando que salga para dispararme.
El SK-37 se quedó unos instantes mirando a la nada, como lo haría cualquer ser humano desconcertado, entonces empezó a pestañear sucesivamente y con fuerza, como tratándose de un tic nervioso, se escuchaba a metros como sus circuitos craneales producían unos ruidos por procesamientos muy forzosos, tanto que hasta parecía salir humo de la oreja izquierda. Luego, cuando se repuso de la situación, volvió su mirada fría y vacía hacia los ojos del cabo Smith y dijo,
-Trato hecho, te ayudaré. Sígueme...¡Ahora!-

         Y salieron corriendo a toda velocidad, escapando ambos de los disparos eléctricos que le pasaban a centímetros de golpearlos, empezaron a subir unas escaleras y escucharon que una alarma ensordecedora sonaba. Smith trataba de seguirle el paso a SK-37 pero no se le acercaba ni diez metros que el SK-37 ya estaba diez metros más adelante. Corrieron por un pasillo y atrás se escuchaba que venían decenas de guardias armados y la alarma seguía sonando incansable. Corrieron hasta llegar a un ascensor muy grande y se dirigieron al piso más bajo, dónde estaba el cuartel general de ingeniería e inteligencia artificial militar.
-Un momento...- dijo Smith. -¿estamos yendo con el comandante?, ¿a caso me has tendido una trampa pedazo de chatarra?. El SK-37 como era de esperarse le respondió sin mirarlo y con serenidad en su hablar.
-No te he engañado cabo... Smith 164, el comandante es el único autorizado a salir de la planta y el único que autoriza quien sale y quien no sale de la planta, si queremos salir lo necesitamos-
El cabo Smith se quedó mudo. El SK-37 lo miró directamente a sus ojos y le preguntó. -¿y tú cabo...Smith 164, me estás engañando?, ¿cómo es que sabes que antes fui humano?
-Yo trabajo ensamblando armas, tu eres un arma, yo fuí uno de los que ayudó a ensamblarte y te reconstruimos a base de alta ingeniería mecánica y pedazos que quedaron de un tal Steven King o Stephen Kiddman o algo así, que se yo, he ayudado a hacer cientos como tú pedazo de chatarra, y todos son de carne muerta y circuitos...
Cuando el ascensor se detuvo había unos cincuenta soldados esperando a que salieran. A penas fueron vistos dispararon sus armas de electricidad.
El SK-37 fué diseñado cómo el arma inteligente más poderosa del mundo, pudo haber acabado con hasta cien soldados en cuestión de minutos. Pero los datos e información de los que estaba hecho se lo denegaban. Así que saltó esta regla golpeándolos y dejándolos inconscientes. En tan sólo unos segundos dejó inconscientes a la mitad de ellos y luego se mantuvieron escapando de los disparos como podían.
    Llegaron a la cabina del cuartel general donde se encontraba el comandante, y antes de que el comandante pudiera vociferar una sola oración, el SK-37 lo tomó por el cuello con una violencia infrahumana y le preguntó con su serenidad característica de una maquina fría y calculadora -¿Dónde está la tarjeta de acceso comandante... Watson 628?
-Ess...tan..rodeados- dijo el comandante articulando sus palabras como pudo. No mentía, afuera estaban todos los soldados de la planta. Alrededor de 800 soldados con armas de asalto y armas de energía eléctrica se dirigían a ellos. Sólo los separaba unos cuantos metros y una pared de una muerte segura.
           El comandante sacó de su bolsillo una tarjeta y se la entregó a Smith, el SK-37 soltó al comandante y en unos minutos estaban corriendo por un pasillo subterráneo dirigiéndose a la salida.
          Abrieron la puerta con la tarjeta de acceso del comandante y salieron a la luz solar sofocante del desierto. No había nada más al rededor que tierra, montañas, mucho viento y un helicóptero con un hombre de traje. Este hombre estaba acompañado de cinco uniformados a su alrededor apuntando con armas nunca antes vistas en la planta.
Los uniformados dispararon y el SK-37 tomó a Smith y saltó unos treinta metros. Los disparos de esas extrañas armas explotaron desintegrando todo a unos diez metros a la redonda y dejando un gran hoyo donde fue el impacto. El SK-37 se alejó junto con Smith en su espalda saltando increíblemente alto y corriendo a toda velocidad por el desierto, hasta ya no poder verse con ojos humanos.
         El comandante Watson por fin salió de la planta acompañado de sus soldados. Se dirigió a hablar con el hombre de traje. El comandante estaba apenado por lo ocurrido y se disculpó con el hombre de traje mil veces. El hombre de traje sin responder y ni siquiera ver a los ojos al comandante se subió al helicóptero en silencio con sus uniformados y ya estando en vuelo, sacó un dispositivo de extraña tecnología de un maletín y por fin habló, y dijo,
 -No quería que llegáramos a esto, fue un trabajo de largos años, es lamentable en verdad. Estos robots cada vez nos traen más problemas que soluciones... el presidente va estar furioso-, y apretó un botón del dispositivo.
         El comandante, los aproximadamente 800 soldados, el SK-37, Smith e inclusive toda la planta volaron en pedazos mientras el helicóptero se alejaba.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Juicio al reloj

Ya era tarde, estaba llegando terriblemente tarde, a pesar de que corriera como un loco sabia que no iba a llegar a tiempo. Simplemente no podía permitirme que me pasara esto otra vez, de nuevo a mí, pareciera que soy el blanco preciso del infortunio.
       Todos me miraron en la habitación y en sus rostros pude ver la decepción que se les desprendía de sus ojos al verme, hasta mi madre lo hacía, incluso mi mascota. Mi querido Napoleón, con sus rulitos blancos y su patita renga, incluso él parecía rendirse a mis intentos tristes. Tal vez exagero, nunca sirve de nada quejarme de mi mismo.
       Estaba transpirado y agitado, sentado en un rincón de la sala, hasta que vi a mi padre y me acerqué a él, y antes de que le pudiera decir nada me miró con sus ojos de relámpago a los que de niño no podía ver sin tener pesadillas por las noches y me dijo con su voz ronca y su aliento agrio por el pucho -No te puedo confiar una sola cosa-. No le pude retrucar nada, sabía que tenia razón, otra vez estaba yo decepcionando. Quise decirle que se me había hecho tarde por el reloj, que mi reloj se
descompuso, que está atrasado, que fue el culpable de que yo llegara en un pésimo momento, pero cuando estuve a punto de abrir la boca, se me adelantó y me dijo -No importa, tu hermano murió y ahora está bajo tierra, nada de vos puede arreglar esto, ni siquiera tu pretexto más inteligente-. Quería pegarle una trompada en la cara apenas terminó de escupir el veneno pero solo apreté los labios, tragué la silaba amarga con unas nauseas asquerosas y me dediqué a llorar. Cuando todos ya se fueron yo todavía seguía ahí, tirado en la tierra recién removida y húmeda, tocando con mi mano un tallo de césped solitario y haciéndole rulitos, abandonado en la noche, con un silencio asesino y un ruido infernal en mi cabeza, un panal de abejas enfurecidas suplantó a mi cerebro y mi cara se fue tornando blanca como un papel. Traté de pensar qué hacer, a dónde ir, con quién ir, pero nada parecía tener sentido, sólo tomé el primer bondi que pasó. Al rato me encontré frente a la puerta de una antigua novia de mi adolescencia, toqué timbre y al pasar unos minutos, me abrió su puerta. Estaba tan cambiada que pensé que me había equivocado de casa, le pregunté si no le molestaba que pase a tan altas horas de la noche y me contestó que no, que se había tardado porque tampoco me reconoció al verme por la ventana. Me invitó a pasar, tomamos unos mates dulces, que por cierto, siempre hizo unos muy ricos mates dulces. Después de contarle la mitad de la historia, como siempre, confundí su hospitalidad con lujuria acumulada por el tiempo que nos separó y nos dejó tan irreconocibles el uno del otro, -Ya es muy tarde para esto-, -Es muy tarde para nosotros-, -No hay vuelta atrás-. Tal vez no fueron en ese orden sus palabras, pero otra vez yo estaba caminando sin paradero alguno por la fría noche, al parecer no tenia nada por lo que esforzarme ni tampoco algún lugar a dónde ir. En la calle me encontré tirado un librito todo viejo y rotoso, y sucio, y con manchas de humedad. "EL RELOJ CULPABLE" decía en mayúsculas, sólo tenia el título del libro, ni editorial, ni autor, ni nada. Sólo eran unas 40 páginas, que terminé de leer en una plaza pública. Le faltaba el final, la última página había sido arrancada, como con desprecio saqué una lapicera de mi saco y a letra desprolija me puse a inventar un final para la historia, un final como en los cuentos de mi infancia, donde el tiempo parecía estar congelado, un final como aquellos que me dejaban boquiabierto y en donde la muerte se pagaba con un juicio al tiempo.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Llueve y no llueve

Trágico destino al que me aferro,
sin siquiera saber si existe tal cosa.
Tal vez soy un espiral de decisiones contradictorias.
Mientras más me esfuerzo más me entierro,
mientras más practique, la caída es más contagiosa.
Si calculo demasiado, más rápido el jaque mate inesperado.

Variables infinitas, caminos en constante interrogativa.
El mundo interno me encierra y esconde, el mundo externo me esclaviza y me premia por eso.
Emociones y sentimientos me ahogan; actos repugnantes me queman.

La mirada siempre perdida en el sueño o deambulando en el espejismo colectivo,
donde las mentiras triunfan y las verdades son tabúes mitificados.

De lo psíquico a lo físico,
dialéctica relación.
Estoy polarizado,
ni dormido ni despierto.
El arte fue la primer tecnología para unir a estos dos.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Un sueño dentro de un sueño

Un breve amor es la vida ,
un sorbo de vino o tal vez una copa.
Me encuentro embriagado de falsos sentidos, adormecido de falsos amores, cansado de valores morales corruptos.
Amaré hasta el dolor porque ésta es mi única oportunidad.
Sólo se necesita salir de la cueva y cruzar el acantilado,
con los ojos vendados, con el corazón golpeado,
la mente idiota y manos débiles.

Destino... ¿por qué eres tan poético?, ¿por qué eres tan utópico?.
Un sueño dentro de un sueño parece la vida.
Del tiempo que late, en segundos sanguinolentos despertamos. (¿será un sueño sin fin?)
¿Qué nos espera afuera del tiempo?.
¿Qué nos espera cuando nuestra fuente de carne se rompa?.
¿Qué será de nuestra mente sin su hogar de nervios y huesos?.
¿Se apagará como la llama de una vela?..
¿O seguirá soplando como el viento, independiente, sin cadenas, sin sentido?
Si duele, ¿es amor?

Extravío

Mariana me pegó una cachetada que me voló los lentes de un lado de la habitación hacia el otro. Los demás presentes en la habitación, Pablo ...