jueves, 4 de octubre de 2018

El hombre invisible - Argos

_Bueno don Miguel, cuénteme su historia.
_Odio a la gente... bueno, no a toda, por supuesto, ¡odio a la gente pesada!, ¡a los hipócritas!, ¡a los chismosos!. Básicamente odio a mis vecinos. ¿usted, no odia a sus vecinos?, ¿no?, ¿usted tiene vecinos?.
  Yo tengo muchos vecinos, al vivir en un complejo de departamentos tengo uno arriba, uno abajo, uno al frente y uno al lado, pegado al dormitorio.
   A veces llego agotado del trabajo, con ganas de relajarme, tomar una copa de vino francés y leer algún clásico de Dostoievski, ¿leyó usted 'Crimen y castigo'?. Me encanta escuchar a Luciano Pavarotti antes de dormir, me encanta Pavarotti, -¡Neeeeessun Dormaaaaaa!, ¡ay, la sua bella voce prima di dormire!.
   Una noche llegué del trabajo, con un día espantoso, quise hacer mi rutina para desestresarme un poco y los escucho cuchichear, con esas músicas lasivas de fondo, si es que se puede llamar música a lo que esa gente obsena y sin talento hace.
   Eran las 3:00 a.m y como siempre, me costaba conciliar el sueño por lo obvio. Tenía la oreja pegada a la almohada y estaba tapado hasta el cuello, pero pude escuchar que estaban hablando de alguien. Cómo no entendía lo que decían y no tenía sueño, agarré un vaso de vidrio y lo puse en la pared haciendo presión con mi oreja pegada a la base. "¡Es increíble!" pensé. No sabía que iba a funcionar, yo lo hice por ver muchas películas nada más, se escucha clarito, ¿lo ha intentado?, no sabe lo que se pierde, no creerá lo nítido que se escucha, es como estar ahí, como estar ahí pero sin estar ahí, ¿me comprende?, es como ser invisible ¿me entiende lo que le digo?.
   No sé por qué sospeché yo que hablaban de mí, así que empecé a hacer esto más seguido, a veces no me daba ni cuenta cuando lo hacía, al principio me dio un poco de vergüenza, ¡pero más vergüenza les tiene que dar a ellos, hablar terribles cosas!.
  Una noche escuché mujeres riéndose , pero riéndose como locas, ¡como locas!, esto me despertó y rápido y sin pensar me levanté de la cama en medio de la oscuridad y agarré el vaso que estaba al lado de mi cama y lo coloqué suavemente en la pared, de forma artesanal casi, y entoces escucho que le dice una a la otra que va adejar al marido, que lo está engañando con otro, y la otra se reía y la aplaudía  y le festejaba como simio. Hasta ahí todo normal, ¿vio?, hasta que se escuchó que entró alguien más y se callan, ¡pero un silencio funesto!. "Debe ser el cornudo", dije en voz alta sin querer, cuando dije esto me ruborice, que crean que los espío, ¡ay no, que vergüenza!.
   Hubieron dos semanas corridas que ya no se escuchaba nada, me ponía con mi vaso en la pared y nada, ni un susurro. Yo pensé, "se dieron cuenta, que los escucho como un loco, que vergüenza, que vergüenza tengo", "tengo que ir a disculparme" me dije, y fui decidido hacia la puerta para hacer lo propio de un señor como yo, de alguien de mi clase, se me pasó el odio, la vergüenza lo abarcó todo.
   Cuadno estaba con un pie afuera de mi departamento escuché un sonido de al lado nuevamente, parecían risas, cuchicheos y risas. Me detuve un segundo y me pregunté... ¿estarán hablando de mí?, agarré mi vaso para verificar, y sí, efectivamente, estaban diciendo las cosas más horrorosas y vergonzosas de mi persona, que los espiaba, que estaba loco de remate, que era un raro, cornudo, ¿¡yo cornudo!?, ¡mi esposa murió hace años!, ¡irrespetuosos!,¿faltarle el respeto a un muerto?. Me acordé de mi odio, busqué el cuchillo más grande y afilado de mi cocina y me fuí cómo un tornado, como un demonio, alguien se apoderó de mi cuerpo. Entonces entré y sin decir nada le di 50 puñaladas a cada uno, a las mujeres y al cornudo, bueno a el cornudo le di menos, porque me dio lastima ¿vio?, y bueno, así fue que terminé acá.
   He tenido el tiempo suficiente como para preguntarme si aquella vez que dije "Debe ser el cornudo" lo dije a propósito para que me escuchen, para que se enteren los espiaba, o tal vez no, tal vez se me escapó en serio. Pero después me pregunto si en verdad era yo del que hablaban esa vez, al que le decían todas esas cosas horrorosas, tal vez no hablaban de mi.

*El psiquiatra interrumpió la entrevista y le contó al entrevistador, un joven psicólogo, que Miguel mentía, que nada de eso pasó, que siempre contaba una historia diferente pero su favorita era la del vaso, le contó que Miguel había sido engañado por su esposa con su mejor amigo y entonces perdió el juicio y la asesinó a golpes de puños y cuando estaba ya muerta a él no le importó y la acuchilló hasta borrarle los rasgos de la cara y escribirle "PUTA" en sus pechos con el cuchillo. El entrevistador volvió a sentarse junto a don Miguel, y este, con un vaso vacío en su mano derecha le dijo; ¿estaban hablando de mí?*

Jorge el curioso - Argos

     Mi nombre es Jorge, yo nací en rosario, pero no me crié ahí… al poco tiempo de mi nacimiento, mi madre se va al Sur en busca de estabilidad económica. Padre nunca tuve, ni siquiera un mísero recuerdo de su cara, sólo tengo las historias que me contaba mamá. -“Tu papá no te quiere, cuando se enteró que estaba embarazada se fue. No te quiere”-, decía mamá cada vez que le preguntaba por curiosidad. Era sólo curiosidad, yo veía a los compañeritos de mi escuela con sus dos papás y me ponía a pensar, “¿Por qué papá no me quiere?”, todo esto solo por curiosidad, la verdad que no me importaba tener un papá, bah, que se yo, no sabía lo que era un padre, así que no me despertaba más que una intriga que poco a poco se iba haciendo más punzante.
     Hoy mi madre murió, tuvo una intoxicación. Por dos días seguidos estuvo en su habitación, nunca había estado tanto tiempo encerrada, pero para mí era normal que se encerrara en su pieza, ella tenía depresión y solía quedarse encerrada para que no la vea llorar, igual yo sabía que se encerraba a llorar, pero no quería que se enterara que yo sabía, tal vez si se enteraba eso la ponía peor.
     Ese día pensé que se había enojado conmigo y no me quería hablar, pensé que no me quería ni ver. Igual ni me molesta, yo ya estoy acostumbrado a que no me quieran ni ver, pero, por curiosidad golpeo la puerta del cuarto de mamá y nadie me contesta. Ya estoy acostumbrado a que no me quieran ni hablar, uno se siente muy solo, pero yo no estoy en una torre de marfil o no sé qué mierda, a mí me importa mucho que los demás me den bola, en verdad, no tengo ningún problema en decir que me importa mucho la opinión ajena, sí que me importa, mucho, y que sea buena me hace mucho bien, no quiero ser hipócrita ni nada.
    Un olor repugnante me atacó a las narices a penas abrí unos centímetros la puerta. Entro y la veo con la mitad del cuerpo en la cama y la mitad en el piso. Vi el frasquito en su mano y al instante me di cuenta de lo que había hecho. Se mató. Me puse triste, pero mamá se hubiera enojado si lloraba, ella nunca le gustó que llorara. Cuando era niño y me mandaba mis macanas bobas, típicas de niño, cómo ir a comprar y que el almacenero me cobre de más, ¡uff, mamá se volvía loca con esas tonteras mías!, me daba mis buenas nalgadas y coscorrones, y me mandaba al almacén a hablar con el almacenero a que me devuelva la plata. “¡Hágase machito, carajo!, me decía mientras me tironeaba del jopo. O si no cuando me caí y me rompí el cúbito. Ahora no recuerdo si la fractura fue por el golpe o fue mamá tratando de corregirme y de hacerme machito. A pesar de todo el esfuerzo que hizo mi mamá tratando de corregirme y llevarme por el buen camino, le fallé. Yo soy lo contrario a lo que se dice “machito”, pero no es culpa de mamá, ella hizo lo que pudo.
     Que valiente mi mamá. Papá no la trataba bien, se fue lejos de su casa, con un hijo, al cual no quiso su propio padre. Yo me hubiese matado antes.
     Que valiente fue mi mamá. Yo la quería más tiempo conmigo, era la única persona que tenía, nunca nadie me entendió jamás como mamá.
     Yo soy un cobarde, no salí a mamá, desde chico lo soy y esto me ha impedido hablarle a las chicas o hacer amigos, hasta en el trabajo soy cobarde, no me animo a hablar con mi jefe, no me animo a pedirle favores a mis compañeros, le tengo miedo al desempleo, tengo miedo a fracasar en todo. Pero mamá no, mamá es muy valiente.
     Ella siempre me incentivó a pelear por mis sueños, a pelear por mi creatividad, por mi imaginación. Si, pelear por mi imaginación. Sé que suena raro, pero yo soy un tipo muy curioso, muy imaginativo. Me encantan las artes, todo tipo de artes, música, cocina, pinturas, pero mi favorita es la poesía, se me ocurren varios versos durante el día y ni que hablar durante las noches de insomnio. Por esto leo mucho la biblia, me encanta leer la poesía de la biblia, me parece maravillosa, la leo todos los días.
     Una mañana, en la iglesia que íbamos  con mamá, por qué nosotros somos muy cristianos, le dije al pastor que yo veía a Jesús como un poeta, que expresa su enseñanza a través de parábolas y al diablo como un comediante que se dedica a entretener al público. Yo sabía que no le caía bien a la gente de la iglesia, ni siquiera al pastor, mi mamá también sabia eso, pero no faltábamos por nada, somos muy cristianos nosotros, como dije.
    Yo sabía que ella no se iba a animar sola, así que la ayudé, al fin pude ser el machito que necesitaba mamá que fuera. No me da vergüenza para nada decir esto, yo sabía que mamá quería que la ayude, yo sabía que quería esto, ella me lo decía, no con palabras, pero si con su caminar, con su mirada, con el encierro de su alma y de su mente, con su silencio.
    Entré a su pieza y me fui directo al último cajoncito de su armario donde tenía una farmacia en miniatura y puse unas píldoras de cianuro de potasio, conocida como la píldora del suicidio o píldora letal, haciendo justicia a su labor. Por curiosidad entré a una página de internet que tenía información de la pildorita. “La muerte cerebral ocurre en minutos y los latidos del corazón cesan poco después”, rápidamente al leer esto pensé en mamá. “Es lo que ella necesita” me dije. ¿Y qué es lo que yo necesito?. Yo necesito ver a mamá en paz, ella sufre mucho. Pero… es tan valiente mamá.
    Mi mamá me dijo la tarde anterior a que se quedara encerrada en su habitación, que papá seguía viviendo en Rosario, me mostró unas fotos de él, de cuando estaba embarazada. Estaban juntos y se los veía felices. Ahora que lo conozco, puedo preguntarle por qué no me quiere.
 Tal vez sea momento de ir a visitar a papá… sólo por curiosidad.

Extravío

Mariana me pegó una cachetada que me voló los lentes de un lado de la habitación hacia el otro. Los demás presentes en la habitación, Pablo ...