lunes, 20 de enero de 2020

Un puñado de cicatrices - Argos

Soy muy buen cebador de mate, Renzo lo sabe, pero todavía no me lo ha dicho. Yo lo sé porque nunca me dice gracias antes de que se me acabe el agua del termo. Aprendí de mi abuelo a cebar amargos y de Laura a cebar dulces. Mi abuelo murió y Laura me dejó. Fue hace mucho.
Renzo es mi amigo de la infancia, y desde que su novia lo dejó está viniendo a casa mucho más seguido a tomar mates. Yo lo entiendo. No hablamos de grandes cosas ni nos ponemos a filosofar, aunque sí hablamos mucho, y el mate te hace hablar el doble.
Hoy, mientras tomábamos mates con Renzo, como de costumbre a las seis de la tarde, en mi casa, frente al tele, me llamó la mamá de otro de mis amigos de la secundaria. La madre de Julio me hablaba llorando. Julio había muerto. Me dijo, "Chinito, el Julio se murió" y entre lágrimas esperó mi respuesta. -¿¡QUÉ!?, ¿CÓMO? ¿QUÉ PASÓ? -Un accidente en el auto, iba solo. Otra vez se quedó esperando una respuesta y al no recibir ninguna se despidió con un "chau chinito" y cortó la llamada.
Renzo me miraba y no entendía. Le expliqué. Él lo conocía muy poco a Julio, así que fue entendible que su reacción no fuese como la mía. Me dió unas palmadas en el hombro. Yo tenía la cara perdidamente desfigurada. Sentí un baldazo de agua fría, como dicen. Pero no lloré, no podía llorar. Llegó mi mamá de hacer las compras y se lo conté. Fue casi instantáneo, se largó a llorar.
Esta noche lo velan a mil kilómetros de distancia y yo mañana rindo un final en la universidad. Me quise quedar pero fue muy estúpido pensar que se puede hacer omisión de la muerte de un amigo para rendir. Pospuse lo inposponible. Tal vez fue el miedo paralizante, el mismo que cuando tenía diez años no me dejó entrar al velorio de mi abuelo. Si no fuese por mamá que me insistió no entraba. Hoy también me insistió. Pero mis escusas de que ya había pagado la cuota y que era la tercera vez que la rindo, y que si voy un momento y me vuelvo de todas formas no llego a rendir, voy después. Esa noche no dormí, pero pude llorar y eso fue necesario y suficiente para mí.
Pasaron algunos años y todavía siento algo de culpa de no haber ido.
Hoy Renzo me contó que falleció su padre, fuí al velorio y el estaba entero, sin lágrimas, sin la cara hundida por la tristeza. Lo abrazé muy fuerte y no nos dijimos nada. Solo nos miramos y pude ver en su cara un micro gesto de "superación", el mismo gesto que le vi cuando me hablaba de su separación, el mismo gesto que él debió ver cuando le conté que Laura me dejó, el mismo micro gesto de "superación" que vio mi mamá en mí cuando le dije que no iba a ir al velorio de Julio porque al otro día rendía. Es increíble esa necesidad de "superación", pero es innegable, ahora viéndolo muchos años después de todo lo que pasó, lo sencillo de notar pasado el tiempo, que enmascaramos la negación con un envoltorio de papel que llamamos "superación". Hacemos un teatro y nos inventamos roles y posponemos el dolor, posponemos lo inposponible y le decimos superación, pero que en realidad es una gigante careta inconsciente de negación. ¿Qué es eso de superar la muerte de un amigo, un familiar o superar que alguien que amabas te deje? Comprendamos que somos un puñado de cicatrices, y las cicatrices no se superan, se sufren y luego se aceptan.

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