jueves, 7 de febrero de 2019

La náusea - Jean Paul Sartre

"Lo mejor sería escribir los acontecimientos cotidianamente
Es preciso decir cómo veo esta mesa, la calle, la gente, mi paquete de tabaco, ya que es esto lo que ha cambiado. 
Es preciso determinar exactamente el alcance y la naturaleza de este cambio.
No FORZAR nada, sino anotar con cuidado y prolijo detalle todo lo que se produce
Lo curioso es que no estoy nada dispuesto a creerme loco; hasta veo con evidencia que no lo estoy: todos los cambios conciernen a los objetos.
Por lo tanto se ha producido un cambio durante estas últimas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto que no se apoya en nada.
¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza; hay que elegir. 
Creo que soy yo quien ha cambiado; es  la solución más simple.
También la más desagradable. Pero debo reconoce r que estoy sujeto a estas súbitas transformaciones.
Lo que pasa es que rara vez pienso; entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce
una verdadera revolución. Es lo que ha dado a mi vida este aspecto desconcertante, incoherente.
Pero tengo miedo de lo que va a nacer, de lo que va a apoderarse de mí,
¿y  arrastrarme a dónde? ¿Será necesario una vez más que me vaya, que deje todo lo proyectado, mis investigaciones, mi libro?
¿Me despertaré dentro de algunos meses, dentro de algunos años, roto, decepcionado, en medio de nuevas ruinas?
Quisiera ver claro en mí antes de que sea demasiado tarde. 
La mayor parte del tiempo, al no unirse a palabras, mis pensamientos quedan en nieblas.
Dibujan formas vagas y agradables, se disipan; enseguida los olvido. [...]

¿Por qué no la mencioné? Ha de ser por orgullo y también un poco por torpeza. No tengo costumbre de contarme lo que me sucede, por eso me resulta difícil encontrar la sucesión de los acontecimientos, no distingo lo que es importante; no quiero secretos, ni estados de alma, ni cosas indecibles; no soy ni virgen ni sacerdote para jugar a la vida interior. [...]
Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Y a mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos. [...]
Día perfecto para volver sobre uno mismo: las frías claridades que el sol proyecta, como un juicio sin indulgencia, sobre las criaturas, entran en mí por los ojos; me ilumina por dentro una luz empobrecedora. Me bastarían quince minutos, estoy seguro, para llegar al supremo hastío de mí mismo.
Así es el tiempo, el tiempo desnudo; viene lentamente a la existencia, se hace esperar y cuando llega uno siente asco  porque cae en la cuenta de que hacía mucho que estaba allí. Nunca sentí como hoy la impresión de carecer de dimensiones secretas, de estar limitado a mi cuerpo, a los pensamientos ligeros que suben de él como burbujas.
 Construyo mis recuerdos con el presente. Estoy desechado, abandonado en el presente. En vano trato de alcanzar el pasado; no puedo escaparme.
He pensado lo siguiente: para que el  suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede; y trata de vivir su vida como si la contara. [...]
Quizá no haya nada en el mundo que me interese tanto como este sentimiento de aventura. Pero viene cuando  quiere; y se va tan rápido, me deja tan agotado.  ¿Me hará estas breves visitas irónicas para demostrarme que he frustrado mi vida? [...]
Estoy solo, pero camino como un ejercito irrumpiendo en una ciudad. [...]
No necesito hacer frases. Escribo para poner en claro ciertas circunstancias. Desconfiar de la literatura.
 Hay que escribirlo todo al correr de la pluma, sin buscar las palabras. [...]
Decididamente ese sentimiento de aventura no procede de los acontecimientos: ya tenemos la prueba. 
Más bien es la manera de encadenarse los instantes. Creo que esto es lo que pasa: de pronto uno siente que el tiempo transcurre, que cada instante conduce a otro, éste a otro y así sucesivamente; que cada instante se aniquila, que no vale la  pena intentar retenerlo, etc., etc. Y entonces atribuimos esta propiedad a los acontecimientos que se presentían en  los instantes; lo que pertenece a la forma lo referimos al contenido. En suma, se habla mucho del famoso transcurso del tiempo, pero nadie lo ve. Vemos una mujer, pensamos que será vieja, pero no la vemos envejecer. Ahora bien, por momentos nos parece que la vemos envejecer y que nos sentimos envejecer con ella: es el sentimiento de aventura. "

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