Bienvenida sea la desdicha.
Bienaventurados los malditos
que en esta vida padecen,
y que se dieron cuenta que el sabor del dinero es insípido.
Bienaventurados los que vieron con ojos resignados,
que al igual que la vida, la felicidad no permanece.
Malditos, malditos sean los desdichados.
Arrojados a la agonía de la conciencia del tiempo.
¡Oh! ¡Hermanos de la desdicha contemplen el amanecer de un nuevo día!
Castigados por la memoria y recompensados con el olvido.
Estamos obligados a amar y a sufrir lo perdido.
Bien decían los griegos antiguos, el mayor bien es jamás haber nacido.
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